O la aventura que nos abrió la cabeza. Hoy en día es como hablar de la prehistoria, pero este viaje cambió mi vida. Porque irse a los dieciocho años con un amigo a la aventura total, siendo los nenes que éramos y viviendo la vida de clase media acomodada que vivíamos, de algún modo nos transformó de manera indeleble.
Ratoneamos en nuestro modo de vida, como se dice normalmente, tanto como pudimos durante los dos meses que duró este viaje, incluyendo tramos a dedo, que hasta más de una vez incluyó que nos regalaran comida, ropa y hasta dinero!
Salimos en tren hacia Mendoza, cruzamos a Chile, paramos en Santiago y Viña del Mar, para luego enfilar al norte hacia La Serena, Antofagasta, Iquique y Arica. Cruzamos al querido Perú, maltratado en ese momento por Sendero Luminoso, lo cual por momentos rendía peligroso al viaje; de Tacna viajamos a Arequipa, para después ir a Puno y la isla Amantaní en el lago Titicaca. Aquí una familia de pobladores nativos nos alojó, nos brindó su simpleza y su hospitalidad, su música, y cuando se retiraron de nuestra habitación, me brotó mucha emoción y lloré profusamente. Yo creo que ahí ocurrió un antes y un después, entre el adolescente de barrio porteño, al viajero y expedicionario que terminé siendo.
Pero ahí no terminó el viaje, sino que la aventura continuó por el norte de Perú, Ecuador y hasta recorrimos Cali y Medellín en Colombia, en pleno auge de Pablo Escobar.
“Life has come a long way, since yesterday”. True to myself, Ziggy Marley.