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  >  África   >  Largar todo e irse de viaje sin fecha de vuelta

Cancelamos nuestro contrato de alquiler en Buenos Aires, vendimos varias cosas, pusimos nuestras pertenencias en cajas bien inventariadas, y no sin antes organizarlo durante dos años, partimos de viaje, por tierra, a la aventura. Recorrimos el este de Salta, visitamos por última vez el Impenetrable chaqueño, encaramos zigzagueando entre puntos fronterizos de Brasil y Paraguay, este de Bolivia, pantanal de Mato Grosso, norte de Brasil, cruce del delta del Amazonas, Macapá y entrada a las fascinantes Guayanas: Francesa y a Surinam (ex holandesa). De ahí nos tomamos un avión a las islas de Trinidad y Tobago, para luego comenzar a viajar a dedo nada menos que en pequeños barcos cargueros que transitaban entre las islas caribeñas. Esto nos permitió conocer, después de TyT, Granada, San Vicente y algunas islas Granadinas, Santa Lucía, Dominica, Montserrat, Saint Barthelemy, Saint Martin, Saba y Anguilla. Luego de unos dos meses de isla en isla, desde Saint Martin volamos directo a París. Una vez allí nos dirigimos a Bretaña, en el oeste de Francia, donde trabajamos en la cosecha de las uvas en dos chacras diferentes de la zona, y recorrimos bien la región. Luego seguimos a Barcelona, y después nos fuimos a esquatearle la casa a nuestro amigo Sergio Dima en Ámsterdam, donde nos quedamos dos meses trabajando de lavaplatos para una agencia de colocación de empleo.

Terminado el capítulo Ámsterdam a principios de 1999, volvimos a Barcelona, descendimos al sur de España en tren, nos sacamos las ganas de conocer el peñón de Gibraltar, y cruzamos al enclave español de Ceuta, ya en África, y nos internamos en Marruecos en franco viaje hacia el sur.

Aquí empezó una etapa fascinante, porque aparte de pasear por sus hermosas casbas o ciudades amuralladas antiguas, nos hicimos amigos de unos marginales franceses y un inglés que venían en tres autos, nos juntamos a ellos y recorrimos, protegidos por un convoy militar, el cruce del territorio de Sahara Occidental, hasta llegar a la frontera y entrar a Mauritania.

De ahí seguimos más al sur, a Senegal, cruzamos Gambia, y en una aldea costera pacífica y pesquera del sur de Senegal, lo que había empezado como un viaje sin tiempo comenzó a resignificarse, y nos dirigimos a buscar trabajo, y a encontrar trabajo como suelo remarcar, en organizaciones internacionales de ayuda humanitaria en Guinea.

Aquí, luego de diez meses de viaje, nos asentamos en el recóndito y tradicional poblado de Guéckédou, que pasó a ser nuestro lugar de vida y trabajo por los once meses restantes. Trabajamos en asistencia de urgencia en campos de refugiados sierraleoneses y liberianos en Guinea (insertar), lo cual fue el principio de un nuevo metier para nosotros: el de trabajador humanitario, que en mi caso con los años evolucionó a funcionario de Naciones Unidas.

¡Agradezco tanto haber sentido la adrenalina de lanzarnos a lugares desconocidos, sin saber del todo bien adónde íbamos!

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