En noviembre de 2004, tuve el privilegio, a raíz de una visita de índole laboral, de poder volver a caminar como había hecho siete años antes (link), las calles de la mística ciudad de La Paz y El Alto, a unos cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar. Ciudad y país que recomiendo fuertemente conocer y recorrer.

Luego, en abril de 2006, tomando partido de otra reunión de trabajo en Colombia, conocí Bogotá, volví a caminar Medellín como en mi primer viaje cuando tenía 18 años, pero también me fui a bucear y recorrer a pie los lejanos bajos fondos de la isla caribeña de San Andrés, de pintoresco estilo colonial inglés, que forma parte de territorio colombiano, pero que social y culturalmente se asemeja al caribe inglés.

En julio del 2007, concretamos con nuestros hijos mellizos, que en ese tiempo tenían sólo seis meses de edad su primer viaje en avión, que fue a la hermosa isla de Florianópolis, la cual recorrimos a lo largo y ancho descubriendo apartadas playas, bella arquitectura y paisajes. Ciertamente, Floripa es muchísimo más que Canasvieiras.

En abril del 2007, aprovechando otro viaje que hice por trabajo a Caracas, Venezuela, como gran aficionado al buceo, snorkelling y a visitar lugares exóticos que soy, me tomé unos días de vacaciones en aquel país y viajé al diminuto archipiélago venezolano de Los Roques, una serie de islas donde no están permitidos los vehículos, para preservar la atmósfera natural y prístina del lugar.

Muchas veces, tal vez la mayoría, más importante que llegar a destino es disfrutar a pleno el camino.