Tuvimos la oportunidad de ir a Japón debido a que nuestra hija Milena, jugadora de rugby en el Club Ciudad de Buenos Aires, ganó un concurso patrocinado por DHL cuyo premio consistió en ser la elegida para entrar a la cancha con la pelota de rugby el día del partido, junto a los seleccionados de Argentina e Inglaterra, a estadio lleno. Ese día, estuvimos desde temprano en el estadio de Tokio, en la cancha, mientras Milena ensayaba la entrada con la pelota, banderas e himnos.

Más tarde recorrimos parte del país hacia el oeste, nos adentramos en la región de los lagos circundantes al Monte Fuji, visitamos Kioto, y desde ahí volvimos por rutas secundarias y vecinales recorriendo parte de los llamados Alpes Japoneses, hasta volver a Tokio.

Este viaje implicó un buen esfuerzo en cuanto a perseverancia, organización y audacia, ya que el solo ejercicio de alquilar un auto, más manejarlo una vez llegados al país, fue fenomenal, aunque así también fue la experiencia vivida.

Como frutilla del postre, por fuerza de las rutas aéreas más convenientes para llegar hasta ahí, tanto a la ida como a la vuelta pudimos pasar dos jornadas en Ciudad de Méjico, que vino a complementar muy bien a Japón con su cultura también milenaria.

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«Piensa en grande, actúa en pequeño», Jesuitas