Yo sé que las comparaciones pueden resultar odiosas, pero para mí Bolivia resultó tan atrayente, interesante y mística, que en mi imaginario esta nación aparece como el Tibet de América del Sur. Un mes entero viajamos paseando por aldeas recónditas en la cordillera Apolobamba, o internándonos en la selva a partir de Rurrenabaque, Sorata y Coroico en las yungas, transitando rutas colgadas de precipicios indescriptibles. También anduvimos por Cochabamba, La Paz, Santa Cruz de la Sierra, Vallegrande y La Higuera. Volvería mil veces más a este país querido.
Es difícil tener en claro el objetivo final de lo que soñamos; tal vez es más humano pensar en qué rumbo preferimos ir emprendiendo. El rumbo es lo que irá enhebrando los resultados.